Desde el caballo del viento y desde el adusto silencio
la llamo a ella y ambiciono, se acerque
y venga desde lejos o venga de cerca,
pero deseo que venga.
La llamo porque es mi delirio
y mi susurro de los santos cielos
mas ella con sus dulces besos mitiga mis penas.
Ella es el bálsamo de mis venas
y la mansedumbre etérea
y el místico destello de mis estrellas,
La tengo como princesa en mis castillos de hierba
y como hada de mis bosques donde quiero enternecerla.
Quiero saborear de su ternura
y del murmullo de su boca tenue.
Hoy fenezco en los atrayentes remolinos negros
y suena una voz seca y es la sombra que me asombra
y me ahogo en los ríos verdes que desbocan en
las cataratas de mis entrañas
y en el firmamento de mis arterias.
Yo sé bien que ella me ama hasta el más alto vértice del alma mía
y desde allí yo la llamo:
Ven a mí, cariño mío, ven que te quiero enaltecer a los cielos
y volar susurro mío por los adentros de mis consuelos
y valles de mis suspiros.
Te quiero en mis remos y darte a beber mi locura
y así feneceremos juntos bebiendo ese tierno veneno,
en las copas de nuestra ternura.
Hoy siento un paso lento
como una sombra fría que a mí se acerca,
tocándome con sus dedos dulces
rozando mis galanteadas colinas
imagino que es ella y quiera ver mi alma de niebla y espuma.
se adentra en mi casa, la puerta se cierra
y una telaraña la detiene y la ciega.
Me levanto en la hora matutina,
se oye un canto en la soledad
y veo que es ella y nos besamos hasta fenecer de amor los dos
con los orfeones de Dios en nuestra eterna capilla.