Me pongo a recordar
cada rostro, cada mirada que he visto, y que
probablemente nunca vuelva a mirar.
Las estrellas en el firmamento
que no volveré a observar,
las tantas historias que no volveré a escuchar.
Los lugares en los que he estado
y nunca volveré a estar,
las sonrisas que he esbosado
y las lágrimas que he derramado.
Me pongo a recordar
cada momento de mi vida que ha pasado
y los que aún no han llegado.
Y la melancolía que nace de estos recuerdos
también es felicidad,
porque estoy feliz de haberlos vivido
a pesar que han quedado en el pasado.