¿Qué si te extraño?
No, no te extraño, ni si quiera un poco, tu imagen no ha estado presente en mis sueños, ni tu nombre se ha escapado, siquiera por error de mis labios.
No, no te extrañan mis sueños, porque ellos solo son lo que quizás nunca llegue a ser verdad, te extraña mi realidad en la que aun estás presente.}
No, no te extraña mi boca, te extrañan aquellos labios que con palabras de amor te arrullaban, aquellos que también te dieron consuelo, aquellos que pronunciaron tu nombre para que no escapara, porque vive preso en ellos, para jamás olvidarlo.
A ti amor de mi vida, no te extraño, te extrañan mis labios que se quedaron fríos y secos desde el día de tu partida, es aquella mi nariz que extraña ese dulce aroma de tu cuerpo, son mis ojos los que extrañan la sonrisa dibujada en tu rostro, mis cansados oídos que extrañan el timbre de tu voz.
No, no te extraño, te extraña el terco corazón mío que se reúsa a olvidarte, a dejarte ir, a resignarse a la pérdida de lo que un día creyó suyo, y que hoy no es más que el polvo de estrellas que pinta de plateado el firmamento.
No, no te extraño, te extraña mi piel, aquella que día a día buscó la caricia que no llega, la sensación de sentirse amada, ese pequeño cosquilleo que provocaba el recorrer de tus dedos recorriéndola por completo, haciéndola sentir amada.
No, no te extraño, no te extraña mi razón, es más bien el alma quien te busca, aquella que aprendió a ver más allá de tu cuerpo, aquella que un día trató de escapar para ir a tu lado, esa alma que si bien habita mi cuerpo no es tan mía, porque en parte te pertenece.
No, no te extraña mi memoria, es más bien la añoranza la que me hace buscar un pretexto para tratar de olvidar aquello que se niega a irse, aquello, que fue un día, aquello que no es ya más.
No, tampoco te extraña mi alegría, es aquella locura mía la que se empeña en recordarte, porque siendo loco a tu lado comprendí que ser feliz no es cuestión de las leyes existentes, si no del mundo que juntos un día creamos.
No, mis manos ni siquiera te recuerdan, es ese tacto que me lleva al momento de tomar entre ellas a tus manos, aquel tacto que me recuerda las formas de tu cuerpo, la fuerza de tu pasión, la delicadeza de tu abrazo.
No, te aseguro que mis pies no te extrañan, más lo hacen los lentos pasos que en atardeceres te hacían compañía, aquellos que me pedían cada vez ir más lento para no tener que despedirme de ti.
Ahora que sabes bien que no te extraño, que no te recuerdo, que no busco el momento de saber cómo estas y que has hecho, solo por mantener a mi corazón tranquilo dándole noticias de ti, ahora que lo sabes, déjame hacerte solo una pregunta:
Tu... ¿También dejaste de extrañarme?