A la vida,
quejeme un día
\"estoy en una sinsalida\"
siempre le repetía.
Duéleme el pecho,
y díjome: no tienes corazón.
Entonces, en mi mente...
calla que tampoco tienes razón.
A ver, qué me podrá doler...
¡ya se, los labios!
no mientas
ellos son sabios,
y continuó diciendo;
tuviste gran fortuna
¿cual? si nada tengo
pero viviste en la luna...
Me duelen pues las manos
que hoy no la tocan.
Agradece truhán
que siquiera la evocan.
Me duele tal vez la nariz
que añora su aroma.
Qué más quieres
disfrutaste su grata poma.
Ya se a qué no tienes respuesta,
me duelen las piernas.
Eso es por pendejo
serán ánsias eternas,
esa no es respuesta.
Pues búscala
fuera de esa carcel de testa
que tienes.
Y... ¿si me rehusare
la muy cabecidura?
entonces sí que estarás
enfermo y sin cura.