Ella juega con sus recuerdos, los manipula, los mutila, los diseca, los tritura, los estira como chicle, los congela en el tiempo, los pierde, los usa como cuchillos, como amuletos, como verdaderas piezas de tortura, a veces la veo paseando con ellos de la mano, por campos imaginarios, y sus demonios dicen que va perdiendo día a día la cordura, y cada cual inventa a su manera el escape a los dolores de esta vida. Ella bebe a sorbos el olvido, y la noche helada le recuerda que de nuevo dormirá sola en esa cama amplia y fría, y la esperanza se ha convertido en su mejor amiga, y los ardores de a momentos se le vuelven a veces un hastío, y en sus sensuales brazos mece a la infinita soledad como a un niño recién nacido, y algunos transeúntes les causa lastima su olvido, y la creen frágil, frágil como un efímero brillo de luna, pero en su alma, se esconde una sabiduría infinita, y ella en su intimidad muy sabia solo sonríe, y les deja las señales para conducirlos a su mundo desolado caliente y frio