Me alabas, colocas mis palabras
a la altura de un grande,
de un excelente poeta.
No me considero como tal.
Y ante la evidencia,
llego a la conclusión
que no creo en tus palabras.
¡Dios!...¿por qué he de ser
así, tan espontáneo,
tan de decir lo que siento?
¿Es bueno, es malo?
Pero si no expresase
todo lo que siento,
¿cómo podría llegar
a ser poeta?
Tengo que reconocerlo.
Debo autocalificarme como tal.
Pero debo decirte
que tu ensalzamiento
de palabras, ya no las creo.
Porque existe la obviedad.
Nunca digas bellas palabras
a una poetisa
o a un poeta,
y después desaparezcas.
Ya no eres el mismo,
y eso duele, entristece...
Y llego a entender
que todo fue una mentira...
No trates de quedar bien conmigo.
Pensé que eras auténtico
hacia mi persona.
Pero no es así.
Eres un excelente poeta.
Lo reconozco, y así lo declaro.
Pero me has puesto
en un pedestal como poeta,
y como David, me has tirado
una piedra en mi frente,
y he caído como Goliat.
Nada me dijiste,
sin una palabra me ofendiste.
Si dijese esto,
estaría cometiendo una injuria.
No es así.
Con ninguna palabra me ofendiste.
Eres un ser de excepcional
condición literaria.
Pero no te has dado cuenta
de un detalle...
Es...como si yo no existiese,
y verdaderamente,
tu indiferencia como amigo,
no me la merezco.
Nada te he hecho.
Una extraña actitud la tuya.
Un poeta con tantos sentimientos,
mataste los míos como poeta,
con tantos reales
y sinceros sentimientos
hacia la auténtica amistad,
que poseo.
Hay actitudes que no
llego a comprender.
Tal vez mi intelecto
no sea tan elevado
para comprender indiferencias
tan pero tan incomprensibles.
Sigue con tu talento,
es mi sincero deseo.
No quedes con cargo de conciencia.
He querido expresarte, simplemente,
lo que siento.
Tengas paz.
Derechos reservados de autor( Hugo Emilio Ocanto - 02/03/2014)