Ahí, te veo gimiendo,
en la capilla de tu nostalgia,
ardor penetrante
que te envuelve de resignación.
Llantos, tristeza en la mirada
mezcla de dolor y esperanza.
Ungüento invisible se deslizaba
caminante de la madrugada,
de la luz de la mañana,
de la serenidad
del alma fuerte
y de la cansada.
!Vete! aléjate de mis semejantes,
de mis hermanos,
de mis hermanas,
aléjate con el rugir
de tu boca huracanada.
Entré en aquel lugar
y vi las heridas
en su piel postradas,
llagas en los ojos
que resignados
miraban a otros ojos
desahuciados ,rendidos,
ojos que no brillaban,
humillados ante la indecencia
que la salud le brindaba...