Sara (Bar literario)

alma desnuda

Eras tú.Sí, era yo.Se levanta el cadáver y me unge la herida.

He vivido. De ti, palabra. 

He muerto. Por ti, palabra. Campo de ataúdes se amontonan

en la piel del silencio que habita en mi garganta.

No. No es silencio. Es espina de sangre en la boca.

Es una niña que se sienta en mi lágrima

y me dice: yo era vida antes de ser hoguera de nostalgia.

Humo de pasos en la caldera del alma.

Pobre niña. Reza a su espejo. Con el arma, hecha sustento, de quien espera

Ser de sí mismo, el sicario, la victima. Y solo es el perro enfermo que duerme

en el patio trasero de una casa. Que era hogar. Y es ahora, el puñal de dolor atravesando 

la mañana en que lo perdiste todo. Cuántos años tenías?

Los suficientes. Decía mi abuela al zurcir su vida a una silleta. Donde nadie la visita, excepto el fantasma

de una memoria olvidada. Por ella misma. 

Pero no era mi abuela. No, era una pequeña con bufanda roja y un barco de pañuelo bañado en lágrimas.

Pobre espera, pobre grito de infancia. Y se crece en el grito y se hace mutismo de venas, la adorada quimera en que brotamos como espigas en primavera.

Pero la primavera tiene bancos rotos. En un parque hundido en agua oxidada. Y hay una mano brotando en la maleza. Aléjate de ella. No la tomes. No la adoptes como amo. No la veas.

Ah, mano que sabe decir del mundo, la paz que reposa en sus alcantarillas

Ah, mano que sabe decir del mundo, su última inocencia. Decía Alejandra. Su primera avenida. El callejón en que uno se pierde cuando se ha clavado en el pecho, el pájaro muerto como única orilla.

Ah, tristeza. Tristeza.

Tristeza. Se hace linea y aprieta mis nudillos y dilata el hemisferio intoxicado con la antigua dulzura. La dulzura del recuerdo que se hace veneno para quien lo bebe. Para vivir, dice. Para seguir viviendo.

Miente. Le escribe a una escalera. A una hoja. A una perlita que cuelga en su párpado. Y le llama poesía.

Para seguirse mintiendo. Y lo hace escudo con la certeza inevitable de que está dentro, el verdadero difunto, que es su propio eco.

Tan profundo que parece un juego entre la coraza y la estrategia.

De decirlo todo a sabiendas que no es al escribano, el don de sentirse en su propia mentira.

Pero qué pena tan grave. Dilatada por el amor de quien se ha ido. Y se sienta a nuestro lado para salvar el vacío con su compañía. Apenas, a tientas, se aferra a nuestros labios. Apenas a tientas, lo sentimos escarbando. Como el gusano de una muerte que alcanza el vuelo de una mariposa. Efímera huella de la eternidad perpetrada en el fantasma de quien no llega. Y a nuestro lado, se queda esperando. Tristeza

Ah. Qué dolor tan grande de sentir este fuego y tener mar en los párpados. Para extinguir su prolongación en el primer desencuentro.  Entre sombra y ausencia. Entre presente y vivir en el sueño. De nosotros mismos en pasado.

Ah, herida. Agua de monte. Placebo de enfermedad. Y verdad irrefutable de alquímica belleza.