Te conocí, una noche de verano,
cuando las luciérnagas
danzaban en medio del ramaje
al compás del canto de los grillos.
Me invitaste a contar las estrellas
y a espiar el paso de alguna fugaz.
Me invitaste a descansa en la hierba
y soñar … y soñar.
Te conocí, pero…no eras el amor que soñaba,
eras tan solo un compañero de mi alma.
Desde entonces, abrigaste mis sueños y esperanzas.
Bebiste mis amarguras, sin decir nada;
solo tu presencia me hablaba.
Te conocí cuando la noche
se me hacía más larga…