No sé cómo llegó a mis manos
el manuscrito que había causado el abismo;
sólo puedo decir que apareció frente a mi alcoba
y cuando fui capaz de leer las primeras líneas
un entristecido sudor de dudas inundó mi espíritu.
Yo había muerto 2 ó 3 horas antes a causa
de la absenta y la necedad de los besos…
Creo que esa fue la causa, no pudo haber otra:
la muerte hace que aparezca junto a ti cosas
y seres inauditos, salidos de las dimensiones
que no podemos ver ni tocar ni oler…
En el epílogo una sentencia:
“Quemar después de leer”.
Y una vez leído y releído aquel manuscrito
lo quemé con alcohol añejo y fuego
de alma perdida en vida pasada.
…Entonces fue cuando alcancé la sabiduría
que reside en los ríos de agua tibia, con nereidas,
reyes de laminilla y ángeles que viven eternalmente.