Autor: Eduardo Carreño L.
Dios, miró con su luz hacia mi interior
y sin más que con su hálito restablecedor,
empezó a marcar caminos nuevos y constantes,
con el propósito de llegar al centro de mi corazón.
Mezcló su acuarela de colores celestiales
y se dispuso a cambiar mi forma de ser y sentir,
donde había desarmonía, armonizó mis instantes,
dejó mi rencor a un lado y con un tono violeta,
exaltó sin sobresaltos, mis ansias de perdón,
dibujó verdes en todos los prados áridos
y un azul intenso compuso para mis venas.
Donde había soledad coloreó belleza y compañía,
calmó mis impulsos y acarició con su pincel mi negativismo,
transformando el positivo para mí.
Dios, luego me dijo, he armonizado tu existir,
ahora está marcado tu retorno a la perfección,
contemplarás tu espíritu feliz,
ya he borrado tu ego.