Los frìos prematuros y las rachas crueles
dejaron un tibio adiòs de inefables congojas
Tuvieron los sonidos crujidos de papeles
con la caida trèmula de las marchitas hojas
Y fueron los crepùsculos tristes horas pensativas,
que despojaron a los dìas de sus mejores galas;
y hacia el confìn incierto volaron fugitivas
para guardar su forma sin mùsica ni alas.
Bajo el fùnebre imperio de las horas inciertas
la pena aletargàbase de silencio y de calma;
detùvose mi bote sobre las aguas muertas
y armonizò la escena con mi triste alma.
Atràs de mì, avanzaban, con invisible paso,
ambiguos celajes de matices ya viejos;
comunicaban un nuevo barniz al ocaso
que proyectaba tenue resplandor a lo lejos.
Al detectar las sombras, callada y taciturna;
fraguò visiones vagas el pensamiento.
Estaba ya, en medio de la cuenca nocturna
cuando vislumbrè pàlida mi envejecimiento.