No puede el mar vencer el contrafuerte,
de aquel que con descaro pisa su santuario,
como un pie de un gigante, la montaña
penetra cual suspiro entre la arena y el agua;
y burbujea con espuma blanca la ola,
desencajada en un arrebato bravío,
un estruendo que va muriendo lentamente
entre granos de arena anónimos, nos deja
el sabor de la sal en el aire suspendido,
y el aviso de una próxima llegada,
repetición monótona del fracaso.
1/3/14 j.ll.folch