No quiero escuchar
de tus labios,
decir que estás sola.
¿Es que no soy nadie para ti?
Entonces, no digas
más esas palabras.
¿Te hace falta
algo más para cubrir tu soledad?
Me respondes que no.
Me alegra tu respuesta.
Pero me dejas en
una gran incertidumbre.
Claro, estás sola
cuando no estoy yo en casa.
No puedo estar
todo el día contigo.
Tengo que trabajar.
¿Quieres hacer tú
lo mismo, trabajar?
Nunca quisiste hacerlo.
Dijiste que tu felicidad
era formar un hogar,
y que teniéndome a mí
era tu mayor felicidad.
Me tienes siempre.
¿Que no me escuchas
decirte que te amo?
No me he dado
cuenta de ello, amor.
Te amo, te amo, te amo...
¡Cómo no he de amarte,
si eres todo para mí!
Con tu presencia
cubres mi soledad.
Dejé de estar sólo
cuando tú apareciste en mi vida.
¿No te pasó lo mismo
a ti cuando entré en la tuya?
No quiero verte triste, sonríe...
así, ¡eres tan bella!
¡Cuántas veces te he dicho
que desde que te conocí,
mi vida cambió totalmente!
No fueron palabras solamente,
fue una realidad
y continúa siéndolo.
Si ambos nos necesitamos,
y juntos estamos,
¡qué más podemos
pedirle a la vida!
Ven, vayamos a descansar
un momento...
Está comenzando a llover.
No estarás sola,
tampoco yo.
Ambos amamos la lluvia.
Ven, sintamos el calor
de nuestros cuerpos,
y amémonos,
hasta gozar juntos...
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto -04/03/2014 )