Tenía un triste semblante,
alto, enjuto, cabizbajo,
mandaba al mundo al carajo,
con la hiel como garante.
Era un tipo sin talante
con el pelo almidonao,
el cigarro a medio lao,
lo que se dice un farsante.
De ganao era un tratante,
charlatán empedernido,
un malaje, mal nacido,
un impostor, un tunante.
Amante de las esquelas,
sinvergüenza y marrullero,
capaz de decir te quiero
mientras te saca las muelas.
Embustero, socarrón
adulador y pedante,
presumido, fanfarrón,
de las mujeres galante.
Asi era este don Simón.
Digo era porque fue,
pues muriera el muy bribón,
tal como vivió sin fe.
Y habida esta condición
el cura decidió que
en vez de echarle un sermón
le mandaría al mamón
al infierno sin perdón
pegándole un puntapié. .