Sus besos eran como miel amarga que enredaba todos los paladares extranjeros. Ella tenía reputación de Casanova y sus intenciones siempre iban mas allá de lo que la mirada de cualquiera podía fijar. Quizás una combinación extraña pero oportuna. Siempre estaba bajo puestas de sol sonriente a la vida y ella, penumbra al fin, solo sabía trabajar dentro del abismo del Sol. Una cándida expresión iluminaba su rostro una vez que veía la Luna alumbrar su sendero. ¿Caminos compartidos? A ella las tentaciones la acorralaban para medir su fuerza de voluntad. Quién diría que su intuición siempre tuvo la razón. Quién iba a poder perdonar a esa pobre diabla que con sus demonios sabía llenar de placeres a quienes estaban ajenos a su corazón.
Pues ella, no podía reconocer lo que tenía en frente y siempre miraba por encima de su hombro por si había alguien detrás de ella. Entre las palmadas a un ritmo de segunda quisiera que la lluvia la mojara hasta que sus impurezas se lavaran del alma. ¿Cómo podría dejar volar a quien la hacía tan feliz? ¿Cómo podía amar a alguien en tan corto tiempo?
Mientras que sus palabras jamás cortaban como guillotina y sus pensamientos ni por las miradas se encontraban. Esa inocencia que la cubría reafirmaba todos los miedos de ella. La tensión acaparaba siempre sus sentidos cuando ella decidía sacar a ese demonio a jugar. ¡Qué mala jugada! Por una eternidad ella buscaba a esta persona que la haría sentirse como si no fuese un diablo sin causa. Qué mentira más mentira sin verdad. ¿Redundancia?
Sus vidas eran como ciclos que coincidían en una que otra ocasión. ¿Destino? Tantas palabras que ahogaban su garganta, ¿ella? Sí. A ella le ahogaban esos te amo que no podía pronunciar. Su propia sombra la atormentaba, ¿A ella? Sí. Ella había invertido papeles con su vida pasada. Había hecho de su amor una tiranía digna de robar. Hay cosas que mejor deben permanecer escondidas en un cajón hasta el día en que el suelo reclame tu cuerpo y alma. Tantos secretos guardados en una memoria vaga, casi enfermiza. Ambas tienen la vida que perder si se enamoran.
Ella con sus escalofríos, sus absolutos de tiempo, sus miradas seductoras que desvisten el alma; a ella se le va la vida buscando lo que ya tiene. Si tan solo el miedo no fuese el amo de sus acciones. Si tan solo ella pudiese hablar lo que tanto calla. Aunque su castigo es permanecer dentro de sus demonios y que nadie nunca sepa quién es ella en realidad: una casualidad y excepción en la regla del mundo.