Con manos adosadas
al cirio de los rezos
dobladas de tropiezos
rodillas enclavadas;
las palabras rodadas
surcan el pensamiento
mientras el sentimiento
se aflige desgastado;
en rostro gobernado
por el abatimiento.
La mueca de tristeza
enluta la mirada
y de angustia cegada
se inclina la cabeza;
cual signo de flaqueza
que aqueja al corazón
y ahoga en desazón
la faz que contrariada,
ausculta ensimismada
una urgente razón.
Con voz entrecortada
escapan las plegarias
cual súplicas sumarias
de mente acongojada;
que clama esperanzada
en busca de respuesta
con la mirada puesta
en un mejor mañana,
donde la pena insana
no alcance a ser funesta.
Hincadas la rodillas
en suelo pantanoso
el corazón ansioso
musita pesadillas;
las húmedas mejillas
refulgen sonrojadas
por lágrimas rodadas
que brotan de una pena,
en las que el alma drena
angustias desbordadas.
En horas de tormento
y amarga turbación
urgida la oración
rasguña el firmamento;
purgando el desaliento
de densas emociones
y clama en oraciones
auxilio y compasión,
de contrita expresión
se llenan las facciones.
El pecho desgarrado
procura hallar valor
inmerso en un dolor
que admite subyugado;
habiendo colapsado
sangrante corazón
exhibe con razón
un sentimiento abierto
y en franco desconcierto
palpita en desazón.
Tendido en la desgracia
el latir penitente
exclama al Omnisciente
la paz que le congracia;
en la oración que sacia
del ser toda su pena
la plegaria resuena
sentida en toda el alma
y en la añorada calma
toda inquietud se drena.
En el íntimo umbral
del espíritu humano
el cruel dolor mundano
resuena gutural…
Tendido atemporal
el abrazo divino
suaviza del camino
la senda pedregosa
y a la esquina filosa
la despoja de espino.
El cálido consuelo
en momento anhelado
sublima sosegado
el corazón del suelo;
abierto luce el cielo
fulgente en esperanza
renace la confianza
en pensamiento nuevo,
de paz ofrece abrevo
en renovada alianza.
Unge el poder divino
al espíritu humano
tomado de su mano
aparta al desatino;
del dolor le previno
con amor y cuidado
mas el hombre obstinado
se aferra a necedad
y en su temeridad
padece amenazado.
Surge el gentil consuelo
fulgente de esperanza
como aire de bonanza
procedente del cielo
y refrescando el duelo
da alivio a la aflicción,
repara postración
disipando dolores,
expulsa los temores
e inflama la emoción.
Los dedos florecidos
rodillas vigorosas
palabras venturosas
en labios bendecidos;
clamando agradecidos
cánticos de victoria
exaltan toda gloria
del cielo recibida,
por gracia concedida
la voz vibra notoria.