Es ella la selva negra que mora dentro de mis entrañas
de eternos violines y del bosque de mis arpas,
cautivo vivo dentro de ti en remolinos de tus cascadas
y siento el majestuoso preludio tenue de tu balada.
Eres la divina aurora,paloma blanca de mis cantatas;
vivamos tu y yo como dos estrellas enamoradas.
No sabes ángel mío lo que yo sufro por tantas ansias,
ansias de quererte y poseerte y de esconderte en mi alma
porque en estos momentos se consumen todas mis
montañas,
mas no tengo bosques,ni altas atalayas para ver a mi
amada,
ninfa mía,ay,si yo no te amara hasta el blanco pinaculo de
Himalaya.
Es la desesperación de quererte que hasta mis huesos se
cansan,
se quiebran en mis tormetos que me sepultan y me
acorralan,
me hunden y llegan hasta ahogar mi alma.
Sueño en tus cielos y mis ojos miran por dónde pasas,
recorro las estrellas para verte y mis pupilas no te hallan.
Y sigo caminando y veo todas las mujeres que pasan
y caigo en el abismo roto de la más profunda galaxia,
y se acrecientan mis llantos,
y me fijo en ellas y las persigo hasta el final de sus casas,
y al no verla, mi mente y mi corazón desmaya,
y me dicen: es aquella que va solita y callada,
mírala, que es ella, la más pequeña no, la más alta,
es aquella que entró en la tienda de carmisí pintada.
Por fin la he hallado,¡qué linda va! mi enamorada,
pero cuando llegué junto aquella que había visto tan
guapa,
resultó ser otra y loco y aturdido de amor andaba,
y todo el peso de este doloroso amor, me conducía a
creer que era mejor morir, y dije para mi:
prefiero la paz y el sosiego de los ahogados,
antes de padecer este horrendo
sufrimiento;
y al pasar tres días y tres noches descendí
a la cueva de mis tormentos para darle paso
a la vida de mi silencio...,
pero el ángel de Dios separó la mano del que me iba a dar
la copa de incienso envenenada,
para conducirme a la muerte y partir para los cielos,
con mi alma a hombros, moribunda y solitaria.