Me doliste todo,
hasta más allá de los huesos;
en ese punto
donde es el corazón
quien sufre la irreparable fractura.
El costurón al alma
grabado por entre mejillas.
Porque dueles en la mente,
por la terca frente,
en los ojos embuchados de añoranzas
dando de beber
a mi boca yerma sin sonrisa.
Sobrio o ebrio,
da igual, ataca la melancolía.
Ese recuerdo con rabia
queriendo volver ser realidad.
Dueles en la palabra;
en la que por el latido va sin censura,
distendida, esparcida por las entrañas,
corsaria de miradas,
imán de besos, usurera de caricias.
La que viaja y se pierde
y en otro cuerpo se deposita.
Para que se le halle
y la hagas tuya, verbo en tu pecho,
constructora de afanes,
bruñendo esperanzas en tanta bella intriga.
¡Pero dueles!
Dueles porque eres sí y yo fui no.
En la razón,
en lo que supe y no sabré;
en lo desconocido que encontré,
en esta verdad que quisiera fuera mentira.
Duele verte, tocarte, hablarte…
Porque nada de ello he podido hacerlo
al principio ni final de tus días.
¡Y saludarte no basta!,
un “hola” o “¿cómo estás?”, en la rúa,
ya no me es suficiente;
mi corazón, con tan poco,
no se conforma.
Quiere desde la cama tus “buenos días”.
Si me he vuelto avaro de ti,
codicioso de ese cuerpo que una noche,
cada pliegue, cada doblez
y rincón de la piel con manos memoricé.
¡Mas me dueles!
Dueles justamente en el tiempo,
¡no importa cuál!, en todos dueles;
por el pésimo locutor del silencio
que sólo sabe de torturas.
Dolor que es algo más que sólo tristeza,
más que lágrimas por amor,
más que calada pena;
¡esto es un corazón en sofocante estampida!
Es soledad, funeral para los vivos
en purgatorio de alegrías.
¡Ay, como me dueles!
Y entre tu sombra,
imposible se me hace hallar mi morfina.
¡Pues lo que vive un corazón
no se olvida!
¡Su peculiar pasado no tiene cura!
Pues en el amor,
tal cosa como el olvido no existe,
se debe aprender a recordar sin vehemencia.
Serás como un espectro de amor,
aparición con el que haré
la memoria tropiece
para que se me estremezca el alma
mientras el corazón tiembla.
¿Me dueles?
¡Sí!,
por ser el insólito desconocido
con el cual no necesité mediar palabras;
¡tu sola presencia me convenció!
Dueles por la soledad
que en aula de pecho,
todas las noches pasa lista.
Tu alusión en mis ansias de amar
siempre está presente;
mientras que la presencia de tu cuerpo,
de mis brazos se ausenta.
¡Mas por tal te pienso!,
¡sí!, te pienso
para que igual no me duela la vida.
¡Tú, mi amarga medicina!