Antes de que empieces a leer
quiero que te acomodes en el sillón de los abuelos
como cuando éramos chicos;
No ha de ser corta la lectura de estas líneas.
No ha de ser placentera.
Un miedo antiguo habita los rincones de este cuerpo,
y empiezo a creer que se hace carne.
Has de saber que me molesta por las noches
el duende de tu angustia.
Y con la misma sutileza con la que abuela
Acomodaba las sábanas celestes
en la cama de mamá
intenta asfixiarme y mi cuerpo lucha
por desprenderse de algo que mis ojos no ven;
lucha en vano.
Y cuando decido morir en manos del que no veo;
este decide soltarme y se escapa por el aire,
así como el humo del cigarro armado del abuelo.
Y mi respiración empieza a normalizarse
y yo me acuerdo de tu asma y de los sustos grises de mamá.
Mamá solía decir que los fantasmas no existen,
y siempre pensé lo mismo,
pero este miedo antiguo me atormenta
como a vos las tormentas eléctricas
en la cabaña de tío Roberto.
¿Cómo están los tíos?,
por estos días recuerdo mucho a tía Ana.
Ella solía cantar una canción sobre un hombre de pelo cano.
Una canción que no recuerdo.
¿Vos te acordás de la canción?
Ay! El duende que me atormenta.
El recuerdo de tía Ana.
El sillón de los abuelos sobre el que ahora apoyarás tus pies.
La cabaña de tío Roberto.
Mi angustia.
Todo esto que escribo y que aún no acaba.
La verdad es que no sé muy bien lo que me pasa,
me estoy mareando un poco.
Perdoná si pierdo la prolijidad,
los brazos me pesan y me está faltando el aire.
Creo que…
Jorge Leonardo Torrez
(Todos los derechos reservados)