Mi ser se hace danza para honrarte a ti, fantàstica Naturaleza.
Deseo poner en mis giros la serenidad de los cielos azules y el esplendor de luminosas mañanas.
Imprimirle la belleza mellancòlica de tus desiertos, embelleciendo tus paisajes arrasados por el dolor, con la agreste hermosura de las montañas y con la rudeza de las selvas.
Quiero con mi danza esparcir el perfume de las flores, el olor de los trigales; mientras acaricio con sutiles movimientos, el asombroso despertar de las sonrisas primaverales; la calidez de los veranos ardientes; la fragilidad de los otoños taciturnos y los frìos rìgidos, de los inviernos.
¡Naturaleza hermosa!. Pretendiendo ser otra Isadora, quiero bailar, de tus cordilleras, la imponente blancura de sus cumbres, y de las cascadas la impetuosidad de su bravura.
Bailarè saboreando el rumor de tus bosques, la fecundidad de la tierra y la apacible belleza de tus valles.
He soñado, que puedo danzar al compàs de tu grandeza, a la sombra de tus àrboles, plenos de paz y ventura; bajo tus cielos, la plenitud de tus azules.
Deseo mecerme con el vaivèn de las olas e impregnar el aire con sus aromas. Aleteando como los pàjaros el beso sonrosado de tus auroras.
Solo asì; amada Naturaleza, podrè adorar tus inefables esplendores.