En las entrañas del agua,
en los mares adversos,
arribando a los muelles,
yace el velero apasionado y enamorado,
ancla el navío como lo hacen los barcos,
suspira, alumbra su vista y recuerda
que en los puertos del alba la ha soñado.
La vela resbala y se abren los pliegos,
el manto aventado por el viento
anuncia la espera de larga travesía.
Yacen inmóviles sus mejillas,
unas lágrimas mojan el adiós
de una bella enamorada
que en su andaje conoció,
un abrazo envuelto en palabras
dejando promesas, de un regreso entre sorpresas.
Bastó un par de días
para hablarle de amor,
ha escrito su nombre en un pañuelo,
bañándolo en su perfume lo ha regalado,
en el trinar de las aves
y el zumbido del mar;
inspirado como un poeta enamorado,
ha declamado dulzura a sus ojos,
parece que su mirada la hubiera hechizado.
En el instante de partir
divide en dos piezas el dije de corazón
a su regreso unirá la mitad,
la mitad de su corazón a su bella amada,
consumará en amor eterno
la semilla que en instantes sembró.
Adentrado en los mares
retumban las olas en fuerte tormenta,
recuerda a su amada en el timón del velero,
no debe morir si quiere vivir para amarla