Sara (Bar literario)

De la lluvia que florece antes de Abril

Silueta de atardecer lejano.

Ovillo de mujer que se marchita junto a la hoguera.

Arder de amor. Arder de vida. Arder de nostalgia en el viento de una noche lejana.

Ramificaciones del pensamiento no alteran la zozobra de un beso

que se repite en el salón silencioso de la memoria. 

He llovido, más allá de este encierro. Cuando mis ojos eran palomas sobre el pálido techo

de un cuerpo encerrado entre silogismos de sentimientos. Síntesis de mar -escombro de tiempo-

No ardemos.

He llovido más allá del alma. En la Iglesia sin fe de una mujer recostada. Que leía la palabra.

Y juraba tener más esperanza al bajarse del cielo, el morfema contenido del desconsuelo.

He llovido. Vida mía. He llovido aunque el campo siga seco. Aunque no haya quien me espere, recostado en el lecho.

He llovido para ser cenizas en mis adentros. Y por fuera, una brisa que se siente después de haber regresado de cualquier parte. Después de regresar de cualquier lugar. Al que huímos por miedo a habitar. 

He llovido. Aunque el grito sea  este suicidio lento de manos temblorosas. Que descubren antes de mi pecho, el último paso. He llovido para que se haga el grito, pan en este molde de barro.

He llovido, quiero decirles. Pero era noche. Era de noche y todos dormían.

Nadie escuchó la pálida llovizna.

Tienen la cara enjuagada con el llanto de mi risa.

 

 He llovido Madre. Escuchen la paz del ciego contándole del hermoso paisaje que habita en su sueño.

Escuchen llorar a mi delirio. Escuchen el ruido de pasos del que sigue esperando.

Escuchen llorar al espejo mientras juega al viacrucis de años viajando.


Soliloquio de soledad rezando.