Hija de mi vida, vida mía,
mar del que yo emerjo,
te amo, con la razón y sin ella
lo grito mirando al cielo,
lo canto al mundo, al universo
por el paraíso y en el averno;
y que salga Dios,
mostrando su rostro en lienzo,
¡de porcelana divina!
por ventanas del firmamento
y escuche mi voz inapagable,
el resonar de mi aleo,
que mi garganta es una sonata
para decir te quiero,
!que te quiero...!
Pero...es vacío también
lo que en el alma siento,
trémula tu ausencia quema,
un océano maldito y seco
en el centro de una llama;
un abismo de muerte, abyecto,
como el vientre queda,
después de florecer tu mirada
para ver el nuevo mundo.
También a mi te me sacaron
!pero del corazón!
ella te trajo a la luz de la vida
pero yo, yo no sé
adonde mi amparo te llevó.
Ahora desde que no te tengo,
hasta las estrellas
a las que suelo mirar,
han parido estrellas negras
que son lagrimas nada más,
tristeza que no reprimen
al verme también llorar.
Oye el susurro de esas estrellas,
y la voz callada de la luna
con su boca de cristal,
oye desde el corazón
que ella serena te dirá
la promesa que le hice
de quererte hasta la eternidad.
Hija de mi vida, vida mía
está donde quieras estar
pero, por la noche, al dormir,
cuando cierres los ojos ya
en medio del oscuro silencio,
recuerda que en el mundo habrá
un padre astroso jurando
que te ama de verdad.