Cae el vertiginoso y horadado silencio
Como una cruceta sangrienta
Sobre el mar helado de la culpa,
Una lágrima de oscuridad
Con ansías de brillo de nobleza
Retoza vigilante sobre
La pendiente errática de la debelada mejilla,
Lo insidioso del desasosiego meciéndose
Cuál péndulo mortuorio
Como apéndice de alguna desaforada angustia,
Y el insufrible disfraz de la impostura reverberando
Sobre la alzada y sudada frente de la cordura,
Mientras que
En lo agónico del corazón
El casto e impúdico delito
Palpita clandestinamente insurrecto
En la ingrávida inconciencia.