HERMINSON YULE RIASCOS

PESTILENCIA

Este trabajo es igual a un matadero humano,

también una characa florecida de ranas,

croadoras y repugnantes, se respira

billetes de tres pesos, tal parece 

que un malandro nos habita 

presto a hacer de las suyas

sin importar su cola.

Se debe ser inhumano para poblar 

este sitio de bruma, de tinieblas,

por que o te unes o te vas, así de simple.

La plática es un foso con alacranes,

yacarés y serpientes -no sé como 

hacen para no despedazarse- volátiles 

puñales, facas que tasajean el tiempo.

Aquí, el más duro trabajo es mantenerse 

al margen, tras la viperina lengua o del ojo

que no te ve pero te mira, evitando

la risa que es mueca, el saludo que rompe

la calidez y siembra el polo, pero dícese

ser sangre de tu sangre.

Y yo, yo... vengo de otro planeta,

de una mejor via láctea que me enseñó

lo bueno y lo mejor, por que lo malo 

lo voy viviendo aquí en carne propia.

Aquí siempre hay un motivo para cada cosa

y cada cosa es un pedazo de lengua 

con levadura, una eterrna multipicación

por miles, un cuento de nunca acabar.

Croar es un lenguaje que desconozco 

y me he tornado en un ser del que

desconfían por no ser átomo de su materia,

una partícula de ese velatorio que son

y les incomoda cuando dando vuelta

los dejo apático con su charla distante

 de mi entender, por que no comparto

lo que se dice del uno o del otro aún

sabiendo que soy uno de los dos y que

de ahí no salgo ya que eres o no,

comes o aguantas.

Aveces, mientras oro al salir de casa

danme ganas de volver los pasos

y echar todo al carajo, al cesto de la basura

y pensandolo bien digo que para allá

me dirijo, sólo espero que al regresar

a mi hogar no me haya untado de tanta

 pestilencia personal que hay en algunos

de los que me rodean, me sacudo la ropa

y limpio mis zapatos intentando llegar

tal como salí, sin mácula ni arruga.