¡Cómo duele el alma,
un poco de veneno vierte
en la lúgubre copa de los odios!
Que posee en sus purpúreos ojos
un lamento -en el silencio
expiran las confidencias…-
Cuando miro a mis párpados ¡tiemblan!,
y mis ojos húmedos
son como crisoles frágiles,
rotos en la indolencia…
Mi lengua fría, -como aterida-,
guarda silencio
y en este versar un poema triste llore tu despedida…
Mis labios tienen la enjutez
de sombrío sepulturero
que en cárcava negra
las ilusiones encubriere, oscuro,
en un lóbrego recordatorio, ¡tu nombre!
¡Tan intenso tu recuerdo fresco!
¿Cómo respiro si de espanto
estoy viviendo y me ahogo en el.mar deste tormento?
Cuando vislumbro a tus labios,
¡cadáveres en el destierro!, he de morir cada día
por tu moribunda sonrisa...
Entonces, mi alma en sombras recoge ya,
casi deshecho, casi en cenizas,
mi corazón trémulo, agónico, desfalleciendo...
y en el último latido
advierte volar los bártulos
que pregonan tu éxodo cruel, tu fatalidad…
Hoy, nostalgia hiere a mi alma,
tormentas y mentiras llora mi alcoba…
¡Nunca pude estrechar un amor verdadero,
como hiedra que abraza y tritura placentera,
¡el deleite sin final fuese ajeno a este pobre sin amor!
Para terminar mis pañuelos al viento, con afán pérfido,
en la soledad de un viejo puerto
de proscritos barcos
en la mar perdidos…
Ella, ¡cual gaviota,
en la inmensidad de los océanos,
su vuelo quebrado perder su magia…!
Ella se marchó
a la eternidad de los recuerdos…
Ella me condenó
a la crueldad de los olvidos…
Cuando me miro no me conozco,
¡fatalidad!
y sufro tu recuerdo porque, tú también
al recuerdo mío, mortal sufrimiento
mi calor ausente.
Cuando se ama se vive con espanto,
se vive un día, pero se muere…
toda la vida…
Ahmed Krentel
Mallares – Perú
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