Te veo en versos porque no sé verte de otro modo,
en cada una de mis líneas esbozo de ti, una imagen que acomodo;
te toco con palabras y en rimas te abrazo y te recorro,
con cada uno de mis pensamientos te adivino en algún recodo.
No sé mucho de ti y me parece que lo sé todo,
al menos lo que para mí, es claro y relevante;
si lo pienso bien, te miro mucho más que de reojo,
sin miedos, porque veo lo realmente edificante.
Extraña manera de sentir quereres,
y mucho más extraña la manera de decir decires;
si esto no es poesía, acaso es solo fantasía,
si no es embeleso, es quizás imaginar un beso.
El tiempo pasa, y aunque nos vuelve un poco más viejos,
nos hace como al más fino vino, en calidad, añejos;
y sin más, para saborearnos en todos los sentidos,
no hay más que apreciarnos, en pequeños detalles vividos.
Hombre y mujer, son a fin de cuentas más valiosos,
cuando son marcados por su común historia,
y en sus actos deprimentes o gloriosos
se vuelven imborrables en la memoria.
Y así, en el reloj de arena, el tiempo va transcurriendo
y con él, la Vida entre los dedos, se nos va escurriendo
más, sin proponernos nada, en otra forma nos estará esperando
latente y difusa, en la ignota dimensión del firmamento.
Y tal vez, entonces, al final de esa ruta
que ha trazado la poderosa mano del que Es y Sabe,
inexplicablemente, en la Verdad Absoluta,
te busque o no…. te encuentre... y este cuento aquí no acabe.