Tengo miedo a escribirte, amor,
porque aunque tú seas fiel,
no dormirá mi ser,
temiendo a su dolor.
Tengo miedo a mirarte,
de verte en mi cama desnuda
devorando hambrienta la mesura
que yo pretendo entregarte.
A veces vuelo sobre mi abismo,
horas muertas contemplo
y pregunto qué hay de cierto
en el compromiso mismo.
Quiero quererte porque te amo,
pero el silencio que a veces habla
me advierte con su palabra
de la pasión que te reclamo.
¡Arcoiris que se cierran,
la gente que murmura,
esperanzas con mucha duda
que a mi pasión la entierran!
El egoísmo, ese que te envuelve,
el que te cierra el alma,
torpe y rastrera alimaña
que a la guerra me devuelve.
Suerte que a mis espaldas
siento el peso del amor,
diamante que brilló
como las mismas esmeraldas.
Porque al mirar de tu lado
puedo sobre tu aura ver
el reflejo de mi niñez
al que llamas fracasado.
Y si te vas de mí, aliciente,
si ya no puedo sentirte,
trataré de no rendirme
buscando aún entre la gente.
Porque la gente que no teme al dolor,
la que ríe, la que llora,
la gente que vive y que goza
tiene la llave para el amor...