Es costumbre de los troncos heridos, sin trozos de corteza por los golpes que a llevado debido a la empresa de querer usar sus raíces como pies, reverdecer y florear tempranamente cuando cae sobre ellos un rocío de palabras suaves y compañías delicadas y sublimes.
Pero el rocío es solo rocío, el tronco se seca, la flor se marchita y la herida se seca. Solo queda la cicatriz como recordatorio de que es madera, que la madera es débil, y que caerse duele. La experiencia se queda en el pasado, solo la cicatriz se queda, una herida llega, la nostalgia vuelve, la alegría se va.
Es costumbre también de los troncos heridos reverdecer y llenarse de hojas porque se enamoran de el canto de un ave que se acerco a su sombra, pero las aves siempre van de paso. Aunque es costumbre también de las aves quedarse porque se enamoran de la sombra en la que cantan, el tronco hunde sus raíces y se vuelve frondoso. El reverdece para ella y ella canta para el. El árbol se queda, el ave se queda, las cicatrices no se van, la experiencia que asta entonces no tenia sentido de pronto lo tiene. El amor llega, la alegría vuelve, la nostalgia se va...