Termino de llegar de un viaje
donde narrabas una de las tantas historias del Gabo,
describías como si estuvieses allí al pueblo de macondo
y con palabras textuales me decías
lo que Gerineldo Márquez y Aureliano Buendía se escribían
hablabas con pasión de la guerra federal
y dentro del suburbio del mes de diciembre
bajo la lluvia ácida de San Carlos
admiraba en tus palabras
lo sublime de la escritura
pero al llegar a casa
encuentro sobre mi cama
unas flores dejadas por ti...
Ellas se encargaron de matar
la belleza de los cien años de soledad.