Desde que te marchaste por ignotos caminos
volvió la soledad ha hacerme prisionera,
cada vez que te alejas, me llueve la tristeza
goterones de angustia soledad y vacío.
Pienso que ya más nunca volverás a mi estancia
donde meditabunda extraño tus palabras
que cubren el espacio donde el miedo batalla.
Esta vez, que tú estabas, soñadora mi alma
tejió un universo de dulcísimas caricias,
que tú las adornabas con tus grandes anhelos
de tenerme a tu lado, de bajarme un lucero,
pero, otra vez, te fuiste y yo, me quedé triste.
Vuelve, otra vez mañana y no te vayas nunca,
quédate para siempre construyendo mis sueños;
te necesito tanto para orlar mi esperanza
de perderme en tus brazos y olvidar mis quebrantos.
Asomo a mi ventana y no veo tus pasos,
la senda que tomaste está llena de espinas;
no escucho tus latidos que buscan mis latidos
solo el galopar siniestro de fantasmas de olvido.
El horizonte oscuro no dibuja a mis ojos
tu silueta querida, que añoro cada día.
Te fuiste, otra vez y yo, me quedé triste.