Me dices que te sientes nerviosa,
que no sabes qué hacer,
te pones a leer una revista,
y te quedas absorta
sin tener la menor idea
de lo que lees.
¿Tan desocupada estás,
que nada tienes que hacer
en nuestro hogar,
ni siquiera para mí?
Después de tantas horas de trabajo,
llego a casa y encuentro
todo desordenado.
Esto no parece un hogar.
Es una covacha,
un auténtico desparramo
de objetos y de ropas.
Hasta huelo olor a tierra
en el ambiente.
Te ha de parecer
que todo lo haces,
pero no lo percibo.
A no ser que esté
mal de la vista,
y no vea el resplandor
que reluce en toda la casa.
¡Por favor!...
No estamos en condiciones
de poner una sirvienta.
Tampoco tú eres una,
pero eres la dueña de casa,
y pienso que podrías tener
un poco más de responsabilidad
y amor hacia lo que tienes.
Ni siquiera a mí
me tienes en cuenta.
Ah! , me dices que estás cansada,
nerviosa, y sin ganas de hacer nada.
Después te voy a regalar
un chocolate por la novedad.
¡Es tan obvio lo que sientes!...
También yo estoy cansado y nervioso.
Vengo a mi casa para
tener un poco de paz,
y no la hallo.
¿Es que tengo que ir
hacia ella para encontrarla en la calle?
Siempre me miras sorprendida
cuando te hago estas observaciones.
También yo me sorprendo
de tus irrazonables actitudes,
que no debieran existir.
No quiero exasperarme
en decirte palabras hirientes.
No es mi intención.
Pero pon un poco más de amor
hacia tu casa... y para mí,
que creo me lo merezco.
Si tú opinas lo contrario,
haz lo que quieras.
Me las arreglaré como pueda.
Me voy a poner cómodo.
Ambos necesitamos paz.
Todos los derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 11/03/2014)