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FÁBULA DEL SOL Y LA LUNA





Tus lágrimas en los pétalos de la mañana,
mis rayos tu rocío acariciaban.
En el hondo valle soledad,
el crepúsculo soñoliente sangrando está.

Anoche caminaste por la laguna,
bebiste de los frescos ríos,
jugaste en las montañas azules,
y te escondiste en el camino.

¡Yo te quiero!, luna mía.
Al alba siempre te busco,
pero tú, princesa de las sombras,
tú, ya te has ido.

No consigo olvidar,
de tu mirar, esa gran sonrisa,
que en mi piel grabaste,
un amanecer en flor del mes de abril.

Mis pies desacalzos,
y pesados, cansados, dolidos;
arrastrandolos en el cielo,
te buscaron, y a todos pregunté:

Pregunté a los sabios,
de traje verde, y corbata 
dulce como albahaca:
- Anoche la vimos,
entre nubes su luz nos calentaba,
se arropaba con nuestras finas hojas,
y en la noche oscura,
nuestra sabia besaba.

Pregunté a los niños del río:
-Anoche la vimos,
saltar de roca en roca,
para no mojar su porte fino,
y su pelo rizado, en el agua,
del mismo oro parecido,
alegre se peinaba,
soñaba, y cantaba,
en el agua pura y clara,
una canción de cuna.

Pregunte a mi madre,
mi madre  tierra:
-Anoche la ví,
jugando entre mis faldas,
¡cuidado no te caigas!,
susurraba su pequeño eco
en el desnuda y fría roca,
y en los brazos de las montañas,
soñaba, con besar tu boca.

Todos te vieron.
¡Pero de mi siempre te me escapas!,
porque nuestro amor es imposible,
porque la vida nos separa.
 
Adios!!! mi blanca reina,
adios princesa mora, que
en mi eterna alma,
queda una condena,
por desear: la noche al día,
el sueño a la vida.
Ay mi fantasma!!!, tu que mueres,
con los rayos del alba.