Señales que por doquier se vierten,
derrames del alma que propician calma,
playas del sosegado mar que advierten
serenidades bajo las sombras de la palma,
palabras de seres que aunque desconcierten
tienen aceites suaves para una indómita alma.
Es la calma que yo tanto ansío
cuando divaga mi alma en soledades,
vertiendo llantos sobre mis oquedades
siendo presa de un loco desvarío.
No todas las conversaciones son compañías,
las vacuas expresiones acentúan pesares,
y sumergidos luego, en los turbulentos mares,
se atizan más en mis entrañas la flamantes agonías.
Son esas palabras que en vez de dar aliento
provocan los hastíos más profundos,
a lo que mi esencia dice un \"No\" rotundo
porque no encajan con lo que yo siento.
Dime, tú, niña que por las arenas caminas
en pos de un alma para saturar de tu sosiego,
¿Qué torbellinos te causa este loco ciego? …
tú me causas naufragios cuando a mí te aproximas.
Contamina mi alma a tu alma de naufragios,
no lo puedo evitar te subiste a mi barca.
¿Sabes? Es que me acongoja un mal presagio,
qué quisiera mejor que me lleve la parca.
Mejor morir, antes de perder la vida...
¿Qué augurio te inunda el pensamiento?
¿Por qué es preferible antes de intento la derrota?
¿Por qué te visualizas consumida?
Una pena de amor tiene mi alma herida
y un triste final avizoro y presiento,
es la hora cruel que marca mi partida
de las ardientes arenas del sentimiento.
Sí eres tú, grácil torbellino, ¿por qué te anegas?
eres la dueña de los océanos forjados
de plectros... ¿por qué en los altercados
te desconciertas y a la dicha te niegas?
No me niego a la dicha, ella de mí se aleja,
padecer y llorar parece ser mi sino,
me quiero rebelar de este cruel destino,
pero siempre en mi alma una pena se añeja
Si el hado facineroso es pertinaz,
sé recalcitrante, o muere en el intento,
pero no antes sucumbas con descontento,
sin siquiera vislumbrar a la cercana paz...
Entonces quiero amigo que conmigo camines,
que asegures mis pasos hacia la libertad,
quiero liberar mi alma, quiero serenidad,
Y eso será cuando con tu luz me ilumines.
Esta llamarada que en mi entresijo
mantiene su luminiscencia no es mía,
es un reflejo de lo que un remoto día,
me irrumpió, cuando el barco que dirijo
en el naufragio ha quedado y el advenimiento
de la paz conducida por el noble viento
de tu misma alma me dejó el fulgor,
que ahora me propicia este sutil calor.
Entonces ¿me traes mis propios caminos,
mis propias pisadas que hasta aquí me han traído?
No las reconozco, mas contigo han venido,
me haces recuperar mi tiempo peregrino.
Emerge hacia el cielo... ¡Oh fuerza
de los mares no te acongojes!
Despeja nubarrones, no te mojes
en tus aguas... y que la luz ejerza
tu resplandeciente serenidad,
sumiéndote en la calma de la eternidad...
AUTORES:
Eduh Siqueriros;
Silvi