Lo que sería eterno fue un murmullo mudo que recorrió un sendero tormentoso y breve, un camino incierto y oscuro. Llegué al acantilado bajo el cielo teñido de un profundo carmesí. Te esperé en vano. Se cerraron las sombras y ya se bordeaba un aciago destino. Bebí licores furiosos empapándome en tu ausencia. Mi tristeza ya era dolor. Mi cuerpo prefirió morir en el exilio a hundirse en el negro blanquecino de tu partida.