Oscar Perez

Invitaciones a la juventud

Invitaciones a la juventud

 

Alégrate de ti, no hay más certezas,

la luz de Alejandría se ha dormido,

la torre de Babel sigue en su puesto,

pero ninguna voz pudo fundir sus soledades.

En cambio tú, tú que te cortas si te afeitas,

que lees sin cesar cuentas impagas,

que tienes un amor en cada facebook

y que dices mamá, hoy no me esperes, que me marcho,

tú puedes sonreír, decir qué importa,

qué bello atardecer, qué mal gobierno,

tú puedes derribar muros y faldas

y atravesar en ambos tras las páginas futuras.

Eres el joven porvenir, el que ya vino,

la bella y juvenil hija de todos,

hermosos hombres y mujeres, eso tú eres,

alégrate sin fin, la gracia es tuya,

la párvula belleza que alza el vuelo,

no sólo en bellos cuerpos y contornos,

sino más bien en arrebatos juveniles e infinitos.

¿Que si errarás? Es cierto, tendrás golpes,

el último de anciano, bajo tierra,

allí las paletadas del destino

su golpe te han de dar, fugaz y eterno.

Lo mismo al madurar, al buscar labios

o usinas en que dar tu mejor pulso,

no creas que la luz está en palacio,

no creas que la sombra es del mendigo,

en ti va todo el ser del universo,

la oscura claridad de quien se vence

y entrega en el dolor un nuevo esfuerzo,

la blanca oscuridad de quien se rinde

y aun así no transa su lugar en esta feria.

También la negra luz de lo que muere,

de lo que se hace polvo mientras marchas,

semilla alguna vez, algunas veces nada

y aun así persiste en decir sigue tu camino.

También la clara sombra de quien cubre

tu cuerpo y tu dolor con su caricia,

con su propio dolor, con su piel pura,

en la que habrás de hallar mil manantiales.

Así pues, a reír, a abrir la puerta,

que la tristeza tome su destino,

el tuyo no es errar cual cabizbajo,

sino, si vas a errar, ser sol señero,

así pues, la alegría yo te traigo,

la tuve igual que tú, desde los brazos de mis padres,

desde la voz de aquellos muertos que nos guían,

desde el dolor que supo ver en la esperanza,

desde el amor que aún me habita y que te ofrezco.

Es tuya y nada más, no pidas cuentas,

no rindas cuentas tú de tus cabellos,

de tu sonrisa al sol, de tu fulgor en las tinieblas,

extiende tus dos brazos, grita hondo

y exhibe al respirar la dignidad del fuego libre.

Alegre te he de ver, con tu alegría me contagio,

de cómo sostenerla ya hablaremos

cuando estés de vuelta en casa, felizmente

y con el mundo entero al fin entre tus manos.

 

http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/

 

11 03 14