La que a la marchanta
desparrama su alegría,
y con su fe
que mueve montañas,
parte a tierras lejanas
a dar más de lo que le pidan.
Con el objetivo de resguardar
un puñado de almas
del abandono y la descidia.
Nadie la obliga
a abandonar su terruño,
siente que Dios puso en su puño
un tesoro para compartir.
Bendito el ser
que de esa manera se entrega,
sin importarle siquiera
al desarraigo que se encamina,
pero con Cristo como guía
a nada le temerá y volverá rica.
Un ejemplo dentro de este mundo egoista
donde a nadie le pinta,
ni por asomo, semejante hazaña.
Más allá de religiones,
su gesto conmueve y asombra.
por ende me honra ser su amigo.
Que Dios te guíe en este camino
y que como siempre
la fe y la alegría sea tu norte y destino.