Hoy,
en vez de escribir un inmortal poema
voy a hablar
de una agradable experiencia:
la lectura del la lección número 25
de Don Ramón!
He aprendido mucho allí,
cosas que vivían o viven
en recónditos lugares de mi alma,
aprendidas en siglos de trabajo,
de esfuerzo
de los antepasados,
de quienes construyeron con su sangre
esto que derrochamos a raudales,
nuestra lengua.
Don Ramón no quiere recibir comentarios,
me obliga pues a escribir un poema,
si no inmortal, verdadero.