Pienso que soy yo el que cambia.
A veces me siento tan distinto, que quisiera dejar de ser yo, para volver a ser el mismo.
Estar solo es un principio para cavilar entre epitomes.
En tardíos intervalos, esta puga en desinteligencia logra atañer conmiseración.
Al principio virar enajenado suscita vesania.
Tal insana osadía, magulla la identidad forjada entre tertulias de altisonantes elocuencias y ampulosas retoricas.
Aunque ser ecuánime transige la hechura, la frugalidad y la templanza de uno.
Como eremita, ermitaño, anacoreta, cenobita, asceta, penitente y solitario escatológico, procuro pensar que soy yo el que cambia.