Como la tibieza de un cuerpo dormido que se arroja al infinito mundo de las manos, a los pliegues finos de la lengua.
Como la naturaleza que se funde en el rincón de sus orejas, ese aroma de pureza entrañable.
Como unos ojos cocidos con los delicados hilos de la vida, empapados de sabiduría, con la pupila blanquecina que sólo ha visto los adentros del alma; como las pestañas entrelazadas, y las venas polvorientas cómplices de sombras errantes.
Como unos pulmones vacíos, llenos de aire imaginario, llenos de silencio y de flores secas, llenos de frío impalpable, de frutas dormidas, de cigarro encendido, de humo venenoso vestido de un afrodisiaco viento, suave, dulce y eterno…
Como dos cuerpos que se aman, furtivos, aprendices del olvido, fértiles recuerdos que evocan suspiros, exploran con sus dedos los centímetros del descuido, lamen sin cesar buscando sabores palpitantes, sólo encuentran poros exaltados, mojados de memorias jadeantes.(y temerosas).
Como dos manos que sin más, no hallan su destino…