Bosque de flores y arbustos
entre ellos un sendero.
En él un peregrino fausto,
avanzaba con paso prospero.
Al término de la senda
un dorado pórtico entreabierto
invitóle a entrar cual ofrenda,
así entró el viajero con acierto.
Necrópolis sobre verde prado.
Acercóse a mirar curiosamente,
mas todas las losas bajo cielo nublado
no más de once años exhibían.
El peregrino atemorizado
preguntóse qué fatalidad asolaba
de infortunias desgracias
a un pueblo de reducido censo.
Un anciano de facciones amables
explicóle la cultura de esa población.
Un cuaderno para que se anotase
instantes felizes
instantes intensos
instantes especiales,
pues ése, ése único y verdadero, es el tiempo vivido, el tiempo sentido.