En marzo de 2009 encontré esta página y no dudé, a partir del día 13 –hoy hacen 5 años- me volqué plenamente a ella, escribí, leí, sentí, amé, sufrí, a veces lloré. Viví.
Había comenzado a escribir en enero del mismo año (nunca lo había hecho antes), en un sitio español ya desaparecido. Pero aquí encontré lo que sin saberlo estaba buscando: éste sería me segundo hogar.
Claro que pasaron cosas, algunas desagradables, la mayoría con muestras de cariño y amistad. Siempre he estado del lado de quienes pregonan la concordia, el entendimiento y la comprensión, para que todo transite en paz y armonía, sin rispideces ni rencores, como debe ser.
He escrito mucho, muchísimo diría. Las poesías de 2009 y 2010 las borré y me arrepiento.
Ha llegado el momento de agradecer a quienes me apoyaron, a los de aquellos primeros tiempos, muchos de los que cuales hoy no están, otro puñadito sigue firme y también mi agradecimiento a mis queridos amigos-poetas de Buenos Aires con los que hemos departido en hermosos momentos de camaradería. No doy nombres. Se me escaparía alguno (mi memoria lleva la delantera en esto de envejecer) y sería imperdonable. Y gracias también a los que alguna vez me criticaron de buena forma y no tanto; de todo se puede y se debe sacar aprendizaje.
Hoy que estoy cansado y mi inspiración está más esquiva que nunca, recordé algo que escribí hace más de un año, un reconocimiento a esos versos que no se escriben y quedan guardados en un rincón del corazón o vuelan calladamente (sin nosotros imaginarlo) hacia una felicidad de ensueño. Les dejo los versos que yo no escribo.
Un enorme abrazo a todos y mi agradecimiento eterno por su apoyo a mis simples letras.
Por último, elevo una oración por los compañeros que están enfermos o que sufren los avatares de la vida.
VERSOS PARA MURMURAR
En el silencio de mis pasos lentos
me acompañan los versos que no escribo.
Son aquellos que tropiezan con los trinos del estío
y lloran lágrimas frías por un sueño que no ha sido.
Los versos que yo no escribo
son un murmullo en la brisa,
un andar lleno de sombras
por las veredas del viento,
un humear de cigarrillo
que se diluye en la nada,
un suspiro estremecido
que se convierte en ceniza.
Son los mismos que se visten con los flecos de la Luna,
se arropan con las estrellas y se abrazan a las nubes,
tienen candor de niño y perfume de las rosas,
tienen la ropa raída y en su mirar perdido
se apagan los horizontes que la mar les ha usurpado.
Esos versos silentes, aquellos que yo no escribo,
acarician los gorriones que se cuelgan de las rimas
y se llevan consigo mariposas extraviadas,
le platican al rocío en un verano lloroso,
y se hacen mustio silbo entre las notas de un tango.
Quizás cuando yo me duermo, vivan sus aventuras,
huyendo en grises bandadas por las campiñas lejanas,
para juntarse en los bosques con un violín sonriente
y cobijarse con mantos de la hojarasca de invierno.
Los versos que yo no escribo saben a besos perdidos,
tiene la sangre apagada y ríen, a veces ríen,
con la mueca de un payaso.
Los versos que yo no escribo, se parecen a los otros:
también van pensando en ella...
Derechos reservados por Ruben Maldonado.