Por ti, daba el mundo entero. Pero no era el momento.
Me gustaba acariciar tu cuerpo desnudo en la cama. Recorrer tu piel como si fuese la sinuosa carretera que cruzas en un coche, una calurosa tarde de verano. Una tarde en la que el Sol va detrás de ti, mientras baja lentamente, para que atardezca tu sonrisa y al poco rato amanezca el placer.
Solía mordisquearte el cuello y dejarte marcas, para que al menos ellas fueran testigo de lo que teníamos. Que al menos lo fueran ellas. Que quedara constancia, o algo. No sé. Y ojalá lo supiera. Ojalá supiera algo, joder.
Pero te fuiste rápido y sin luchar por mí, sin imitar a los héroes románticos que yo adoraba. Me dejaste marchar sin más, como si no supieras que para cuando ya di el primer paso, me había arrepentido cien veces.
Teníamos la historia perfecta, cielo, pero no pudo ser. Ni siquiera fue. Y quizás, eso es lo que más me duela. Que ni siquiera nos diéramos la oportunidad de intentarlo. Y, joder, cómo me habría gustado.
No hubo un nosotros. No éramos ni tú, ni yo. Ni siquiera ÉRAMOS.
Los caminos no se cruzaban y nosotros casi nos empeñamos en cavar un pasadizo. Nuestra propia tumba.
Pero a veces, en las noches de soledad cuando la Luna brilla alto sin que la acompañen las estrellas, miro al cielo a través del humo del cigarro, y me recuerda a mí. Y creo que a la Luna también le gustaría algo de compañía, aunque sólo fuera por una noche.
Me parece que a ella también le encantaría poder brillar junto al Sol. Pues, aunque cuando uno despierta, el otro se duerme, son la pareja perfecta. El uno para el otro. Pero es imposible.
¿Por qué las historias de amores prohibidos son siempre tan bonitas?
Lo triste, a veces, es descorazonador, pero la tristeza tiene una belleza tan profunda, que te cala hasta los huesos y hace que se te erice la piel.
Y, joder, cómo me hubiera gustado que tú y yo también pudiéramos ser eso. Pero ni siquiera logramos ser.
Otra calada, y me pongo a pensar.
Y lo cierto es que las historias de amor tan tristes que tanto me gustan, no son bellas en sí. Pero son arte. Porque el arte no tiene por qué cojones ser bonito. Simplemente tiene que hacerte sentir algo. Y vaya si tú me lo hacías sentir. Pero eso fue hace mucho tiempo.
Hoy ya sólo somos humo en la ventana y estas letras.