Darío Ernesto

Marlene ojos de miel

 


 

 Muchacha, una tarde de futura primavera

Pequeña  niña,

Te fuiste a caminar, por los caminos del alma

En donde solo habitan, los Ángeles,

En ese espacio de los bellos sueños

Dejaste  suspiros, desconsolada  la madre

En su arcón del corazón, árida quedose la garganta

La bella matriz que alumbrara con sus tímidos destellos

Un día, un feliz  y eterno  día en los corazones.

¡Oh chiquilina tersa de manos cálidas y blancas!

Te fuiste aquella tarde, dejando en el aire tu perfume,

Como las madreselvas,

por la tarde, extraño tu voz, niña de amor.

¡Oh  Marlene hija, de las esperanzas!

De los desconciertos,

sin rumbo

sin despedida.

El cielo se hizo nube; cuando tu dormida efigie de santa,

Las manos saludaban,

con los pañuelos en alto

manos trémulas y silenciosas.

Dejaste nuestras vidas, en la tarde y horizonte,

en la que sin paz

Los seres que amaste, buscaban tu presencia.

Y llegó, la triste y mas horrenda soledad

De una madre, buscando entre sus prendas

Aquella niña,

 

Entre sus hijos, para bendecirla

Como su ángel de la guarda,

Mas  enloqueciendo, en un mar de lagrimas y penas

Su dueña, en sus sueños  le abrigaba.

Mi chiquita en las noches, te busco entre las estrellas

¡Oh mi dios tu sabes el dolor ¡

Que quema  en, mis venas,

Así  implora su madre cada noche hasta que le sorprende el alba.

Esta es la historia, de una joven niña,

Marlene Abigail Ponce

Que dejó en los rincones del alma, fuertes  vivencias

Que rasgó el océano con su paz,

Volverá en cada primavera,

vestida de bella golondrina

Surcará los cielos,

de las ánimas benditas.

 

 Autor; Darío Ernesto Muñoz Sosa