Muchacha, una tarde de futura primavera
Pequeña niña,
Te fuiste a caminar, por los caminos del alma
En donde solo habitan, los Ángeles,
En ese espacio de los bellos sueños
Dejaste suspiros, desconsolada la madre
En su arcón del corazón, árida quedose la garganta
La bella matriz que alumbrara con sus tímidos destellos
Un día, un feliz y eterno día en los corazones.
¡Oh chiquilina tersa de manos cálidas y blancas!
Te fuiste aquella tarde, dejando en el aire tu perfume,
Como las madreselvas,
por la tarde, extraño tu voz, niña de amor.
¡Oh Marlene hija, de las esperanzas!
De los desconciertos,
sin rumbo
sin despedida.
El cielo se hizo nube; cuando tu dormida efigie de santa,
Las manos saludaban,
con los pañuelos en alto
manos trémulas y silenciosas.
Dejaste nuestras vidas, en la tarde y horizonte,
en la que sin paz
Los seres que amaste, buscaban tu presencia.
Y llegó, la triste y mas horrenda soledad
De una madre, buscando entre sus prendas
Aquella niña,
Entre sus hijos, para bendecirla
Como su ángel de la guarda,
Mas enloqueciendo, en un mar de lagrimas y penas
Su dueña, en sus sueños le abrigaba.
Mi chiquita en las noches, te busco entre las estrellas
¡Oh mi dios tu sabes el dolor ¡
Que quema en, mis venas,
Así implora su madre cada noche hasta que le sorprende el alba.
Esta es la historia, de una joven niña,
Marlene Abigail Ponce
Que dejó en los rincones del alma, fuertes vivencias
Que rasgó el océano con su paz,
Volverá en cada primavera,
vestida de bella golondrina
Surcará los cielos,
de las ánimas benditas.
Autor; Darío Ernesto Muñoz Sosa