Mi cuerpo cansado no busca la dicha,
habito en mí, de eso me alimento,
fugaz destello. ¿Bellezas anheladas?,
atrás quedó esa senda intransitable.
Dolor no siento en mi vasta soledad,
acompaño las tardes con lecturas,
pequeños placeres cotidianos,
que a la paz conducen en sosiego.
Diviso en lontananza la lucha por
crecer entre los hombres todos,
suicida carrera al desengaño,
no persigo ya triunfos ni glorias,
me descarto como humano vencedor.
Aquí, en este pasar de las verdades
sobre el ser que fui creando,
en este habitáculo de tibia mansedumbre,
aquí, donde converso con mis sombra
y deambulo por pasillos solitarios,
amagos de avenidas despobladas,
me busco a cada instante,
me hablo y me conozco un poco más.
No añoro la felicidad que nunca tuve.
Soy ya parte de los entes invisibles,
acaso un número cualquiera
en algún ordenador, un dato
que se esfuma con el humo
de un cigarro en la eterna madrugada.