Al ritmo de las esquilas
en el monte las ovejas
platicando van sus quejas
mientras el pastor vigila,
rondo dando andan los canes
entretanto que edecanes
con vestidos de algodón
balando bailan al son,
ni son todas las que son
ni tampoco son iguales.
Percibo crudos pardales
sobre las sombras de pinos
y entre medias los bovinos
escarpados matorrales
y debajo de sus chales
fontanas cuelgan de vino
¡qué líquido, qué divino!
néctar blanco ¡voto a dios!
yo me descubro ante vos
tan fértiles manantiales.
Destaca entre la manada
el recio macho cabrío,
el más valiente y bravío
con su cornamenta astada.
Con su cencerro y badajo
aunque parezca el más viejo
va husmeando por debajo
-a su imaginación les dejo-
dejando a todas preñadas
¡qué suertudo, qué pendejo!
Algunos aún en pañales,
los pequeños corderitos
se aúpan a pechos marchitos
de sus fuentes maternales.
¡qué prácticos los dedales!
¡qué preñados van de vida!
Los caños nunca se oxidan
prestos para amamantar
la vida a otros traspasar
con la gratitud debida.
Al sol, tumbado el pastor,
dormita contando estrellas
en tanto que algunas de ellas
le van declarando amor.
Por estos campos en flor
la reses rumiando van
esparciendo las semillas.
Déjalas que coman, Juan
que ellas bien pastando están
por los montes de Castilla.