El sonido del goteo de nuestro origen
Sobre el rostro de agua del silencio de los sueños
Marca el tiempo onírico.
La última gota anuncia la llegada del presente y sus
Segundos: Mausoleos de la juventud.
Vamos a la vigilia con el deseo de saber que la noche raptó a la realidad.
El barullo del mundo y sus palabras muertas gritan que no es así.
Los instintos revitalizan al cuerpo: lo impulsan fuera de su letargo;
Debe ir a pagar una deuda con sudor.
El espejo dice,
Y dice,
Y dice… cerramos los ojos para callarlo.
“De las palabras del espejo debemos huir” reza un proverbio
Hecho de miedo y vanidad.
En este día nos negaremos más de tres veces a nosotros mismos:
La primera: fugarse del espejo.
Los lugares sin tiempo llevan en sus caminos
el eco de una verdad de la que huimos aquí: ¿Quiénes somos?
Aquí, la modernidad responde en nuestro nombre.
Nos descifra, nos intuye. Enajena.
Somos los bastardos de la actualidad que engendró el sincretismo.
Olvidamos el origen.
Ese sitio común donde éramos magos y reyes.
Donde los elementos naturales eran el reflejo honesto de nosotros.
Cantábamos esa verdad a los cinco puntos cardinales.
La tierra y sus criaturas nos nombraban.
El honor era el color de la sangre,
Un hermano mayor el árbol,
La bestia salvaje, guía de nuestro instinto.
La caza, el aliado que se encargaba del miedo.
La Luz, una fuente en el Ser.
Su claridad, el maestro a nuestras dudas.
La certeza eran el poder y la fuerza que nos alejaba del terror a la muerte;
La muerte, el proceso más digno de aspiración.
La vida era un par de ojos eléctricos que generaban confianza.
Hoy, la vida tiene muchos ojos, muchas cabezas,
Su conjunto amedrenta: cobardía que nadie cura,
Que todos evadimos. Una fuga más.
La modernidad es la mentira que se expresa a diario con el seudónimo de realidad.
En los lugares sin tiempo estamos más cerca de nosotros mismos. Del otro.
Aquí no. Este sitio es un bazar de artilugios bélicos
Destinados a derribar el bastión de angustia que genera la Ignorancia.
Los signos de la belleza son prendas apócrifas. Nos repugna la desnudez:
Vamos a la calle negándola con el brillo del poliester.
La desnudez se volvió una quimera a
La que debemos ultrajar mientras más la cubrimos. Fetiche.
Entre los pies y la tierra se rompió la fraternidad. Los pies lloran.
Mutamos los sueños del origen por signos modernos.
Cuando el origen se infiltra en ellos los llamamos pesadillas.
Mutamos los sueños. Otra cara de la fuga. Nos negamos.
A la fatuidad del presente le decimos anhelo o aspiración
Al toro del presente lo montamos varias horas al día.
Pagamos con sudor y nos laurean con vértigo.
Avanzamos en el afán con el sol de testigo. Testigo indeseado:
Su calor exacerba el salpullido de emociones en la piel de la desdicha.
Lo mismo el frío. Lo mismo La lluvia.
Todo contacto natural es inclemencia. Lo negamos. Nos negamos.
La familia es la mentira que provoca falsos brotes de sentido o identidad.
Esas flores de un lejano invernadero.
La familia espera al Otro, para revisar heridas. El pus provoca rechazo.
Nadie piensa con el verbo Ser. Todos lo hacemos con el verbo Huir.
Muchos arrastran al pensamiento a la guillotina. Otros, los sentidos.
Nadie lleva a la realidad,
Esta, que quema al alma en su propio santuario;
Que cubre todo de sangre, traída del vacío,
Para fincar sobre la vida, la muerte sin retorno.
Se ha llevado historia y tiempo al bracero del instante, del que humea ansia.
El humo invoca a los jinetes de la nada para abrir sus sellos
Y regar su verdad en nuestras cenizas.
El polvo de nuestros huesos y la sangre del vacío
Amasa ídolos de terror: muñeco vudú en manos del despotismo.
Todo nos niega, y, al aceptarlo, nos negamos también.
Nadie lleva la realidad a la guillotina.
El engaño es un refugio:
La meditación actual no es el rencuentro del ser con el Ser.
Es la evasión de nuestro rol en este sinfín. Negación.
Cae el Indeseado con su verdad de Hidrógeno.
Volvemos al reloj del tiempo interno,al sueño,
Deseando que la siguiente noche la rapte.