Sucedió ante las lunas del día,
destinado azar o azaroso destino.
Sucedió lo que nunca sucedía:
el amor hirió al amoroso Cupido.
Sucedió ante tus ojos negros,
noche sin prenda que desarmó al nudo,
que desnudó la venda de los ciegos
ojos que enamoran al mundo.
Sucedió a tu mirada su encanto sincero,
a tu nulo tiro su mágica flecha,
a tu dios heleno su frágil arquero,
a tu ser divino su carne maltrecha.
Sucedió la melancolía muda,
su anhelo afligido, ¡pobre Cupido!:
amarte por siempre desnuda
sin quitarte jamás el vestido.
Sucedió tu escritura sensible,
tinta roja con aguda saeta,
ingenua tarea imposible:
¡eres tú el poema, no tus letras!
Sucedió lo que ¿debía? suceder:
tembló el pulso rendido
y el miedo disparó a perder
tu diana de los suspiros.
Sucedió ante las lunas del día,
destinado azar o azaroso destino.
Sucedió lo que nunca sucedía:
el amor hirió al amoroso Cupido.