En una noche clara, bajo el inmenso cielo,
nos perdemos jugando un ajedrez estelar
tu miras extasiada a través de tenue velo,
Con esos ojos negros de inquietante mirar.
Yo te voy explicando con tono melodioso
Cada grupo de estrellas, cada constelación
Mientras que de tu boca me prendo cauteloso
Forjando con mil besos esta dulce canción…
Siempre lista la saeta con el arco tenso,
y un carcaj repleto de añoranzas y centellas
el arquero es incansable viajero del cielo
que nos mira con firmeza desde las estrellas…
Mientras vemos a un lado el tenaz cazador,
persecutor eterno de presas con venablos,
al otro lado vemos el cinturón de Orión,
tres estrellas iguales que forman una línea…
te sigo señalando un punto en el infinito,
es la cuna de nuevos sistemas estelares,
la famosa nebulosa de Orión bajo el cinto,
¡Todo un juego de niños para el gran creador!
Cisne de blancor supremo, digo que voló,
Esparció un polvo de estrellas de fulgores nuevos
hacia el ignoto cosmos, Y de pronto, tu y yo,
¡Nos vemos inmersos en una nube de sueños!
El ave graznó airosa, formando mil pulsares
que agitan el corazón del universo entero
y mueren al perderse dentro del hoyo negro
más próximo y temible, inmenso torbellino.
¡Crisol infinito de nostalgias todas bellas,
donde se funden sin parar mis ilusiones!
Siempre hacia el norte, nos encaminamos,
sólo guiados por la estrella Polar,
sagrario de luces allá en el cielo,
y en la Tierra, de los hielos eternos;
sin perder de vista las tenues huellas
de la Osa Mayor y su negro osezno,
perennes siempre en el confín del cielo
y alumbradas por un enorme Cirio…
me percato del cúmulo de ansiedad
que se extiende detrás de tu mirada
aún sin comprenderlo, pero sin miedo,
ante lo inconmensurable y bello del momento,
espero disfrutar esta conjunción de almas,
cuando nuestros cuerpos se entrelacen
combatiendo con juegos amorosos;
entre miríadas de calor y fuegos nuevos,
que nos contemplan en la tibia noche…
José Bernardo Romero Núñez
BERNA